domingo, 20 de marzo de 2011

COMPROMISO TDAH

COMPROMISO TDAH

Domingo 17 de Abril - 15hs
Parque 3 de febrero – Plaza Gould
(Av. Sarmiento y Figueroa Alcorta – EL PLANETARIO)
Colectivos que llegan: 37, 67, 130, 160
(pedido realizado al Gobierno de la CABA)

ESPERAMOS TU PRESENCIA
CON UNA REMERA BLANCA Y UNA LLAVE VIEJA QUE YA NO USES, SERA TU COMPROMISO Y EL SIMBOLO DE NUESTRO OBJETIVO

Ese día nos reuniremos para expresar con nuestra presencia la necesidad de prestarle atención al TDAH

La convocatoria es abierta y solo requiere tu presencia, con una REMERA BLANCA,
para que vos, tu familia, tus amigos, tus hijos, tus nietos, o tu vecino al sumarse en número nos hagan algo mas VISIBLES a los que vivimos con este trastorno biológico.
Será una manifestación pública, en forma madura y serena.

LA INTENCION ES CONSEGUIR LA INCLUSION DEL TDAH EN LA SALUD, LA EDUCACION Y EL MUNDO LABORAL. EN QUE TODOS SEPAN QUE EXISTE Y ES REAL.

PORQUE NO ES SOLO UN PROBLEMA DE CHICOS
PORQUE UN 8% de niños y un 4% de adultos lo presentan.

PORQUE ES UN SERIO PROBLEMA Y NECESITA SER DIAGNOSTICADO, Y ADECUADAMENTE TRATADO.

CON TUS GANAS DE HACER POSIBLE QUE TODOS TENGAN LAS MISMAS POSIBILIDADES.
PORQUE EL CAMBIO SE HACE HACIENDOTE PROTAGONISTA

PINTEMOS EL DOMINGO A LA TARDE DE BLANCO. HACE EL ESFUERZO PARA QUE MUCHOS DEJEN DE QUEDAR EXCLUIDOS.

SI TAL VEZ VOS PUEDAS PAGAR TU TRATAMIENTO, TU DIAGNOSTICO, OTRO COLEGIO. MUCHOS NO PUEDEN.

COMPROMETETE POR EL TDAH

ATHENTUM, Agrupacion de Padres por el TDAH. Dra. Norma Echavarria

Y FUNDACION TDAH. Ernestina Montefusco de Pergolini

viernes, 11 de marzo de 2011

EL RETO DE SER PADRES

EL RETO DE SER PADRES

Educar es conseguir un equilibrio entre la exigencia y el respeto, sin dejar de lado la comprensión y la apertura. El amor es el motor que nos impulsa, es el fundamento de la firmeza. ¿O acaso no exigimos a quienes queremos?
Nuestro ejemplo como padres es imprescindible, tanto como la coherencia y consistencia de nuestras conductas y exigencias.
Claro, educar a nuestros hijos no es tarea sencilla. Hijos seguros de sí mismos provienen de hogares donde sus padres han sabido transmitirles confianza, lo que luego, entre otras cosas, les posibilitará ser responsables de sus actos.
Esto es fácil de decir (dirán ustedes), pero no de poner en práctica.
Nuestra inserción en el entramado social comienza exactamente en el momento del nacimiento. Si bien vamos a recibir influencia de diversos agentes sociales, la familia es el grupo a través del cual comenzamos a aprender las normas y valores vigentes en nuestra sociedad.  De ahí la importancia que adquiere el vínculo, lo relevante del tipo de “comunicación” que establezcan con sus hijos.  Cuando digo “comunicación” no me refiero solo a la “comunicación verbal”, sino también a la “no verbal” presente en todos nuestros actos.
Si “nos pensamos” como modelos de nuestros hijos tenemos que saber que todos nuestros actos, gestos y actitudes obran como modeladores de las conductas de ellos.
Es en función  de la presencia e intensidad de los componentes del afecto, control, conjunto de creencias, ideas y valores como de las actitudes y hábitos de comportamiento de los padres que en cada familia se irá desarrollando un estilo educativo.

No siempre los padres conocen o son conscientes de cuál es el estilo educativo que guía dicha relación.
Tomando el modelo de “Maccoby y Martín” nos encontramos con dos dimensiones:
a-    Exigencia paterna (control fuerte/control laxo)
b-    Disposición paterna a la respuesta (reciprocidad/no  reciprocidad, afecto/no afecto)
De acuerdo a las características de los padres según esas dimensiones son encontramos con los siguientes estilos disciplinarios: autoritativo-recíproco (afecto-control fuerte); autoritario-represivo (sin afecto-control fuerte); permisivo-indulgente (afecto-control laxo) y permisivo-negligente (sin afecto-control laxo).
Cada estilo posee una serie de características significativas, tanto positivas como negativas, pero que en sí mismo no se da en forma pura, sino que por lo general el estilo de cada uno está situado en un punto determinado de un continuo limitado por los extremos de esas dimensiones.
1-    En el estilo autoritativo-recíproco los padres tienen grandes expectativas respecto de la conducta de sus hijos y las normas familiares que ellos establecen son claras. Utilizan refuerzos para afianzar sus reglas pero de ser necesario también recurren a castigos razonados, dado que reconocen el derecho de los hijos como los suyos propios. Son padres implicados afectivamente, esto se nota en su disposición y rapidez en responder a las necesidades de sus hijos como también en el interés por mantener lazos cálidos en la relación. La disciplina no está basada en la coerción, sino en el convencimiento, de modo tal que establecen con sus hijos una comunicación abierta, afectuosa. Promueven la autonomía de juicio de los niños pero con una exigencia familiar firme y consciente, en un clima de cordialidad que favorece la formación de cualidades tales como: responsabilidad, solidaridad y altruismo.
2-    Los hijos de padres autoritarios-represivos suelen presentar un bajo nivel de autoestima, debido a la escasa retroalimentación positiva que reciben de sus padres. Son hijos con menos creatividad, menos iniciativa y menor autonomía personal. Es probable que tengan una infancia donde hayan acatado las normas, pero al llegar a la adolescencia se comporten con rebeldía, en pos de buscar la independencia que ese momento no han tenido.
3-    De padres con un estilo permisivo-indulgente donde generalmente la gran flexibilidad en las normas, la evitación de castigos o restricciones son el denominador común, se forman niños que presentan falta de compromiso, tanto familiar como social. Donde las normas sobre obligaciones domésticas no existen o no son claras, donde los horarios varían de un día para otro o de una semana para la otra, o directamente están ausentes, es fácil encontrarse con niños que presenten dificultades académicas. Suelen ser niños espontáneos, creativos y con buenas relaciones con sus pares, no obstante lo cual presentan dificultades en el control de los impulsos, demandantes y exigentes cuando sus deseos no son cumplidos.
4-              Cuando el estilo  de los padres es permisivo-negligente, no llegan a estar implicados realmente en la educación de los niños. Dejan en manos de otras personas (profesores, maestros, abuelos, etc.) dicha función y eluden sus obligaciones educativo-formadoras. Conceden los pedidos materiales en la medida de sus posibilidades  con tal de no tener que lidiar con berrinches o llantos. Todo esto es acompañado de un bajo nivel de afectividad, provocando en los hijos baja autoestima, rendimiento escolar pobre, escaso desarrollo de funciones cognitivas y baja autonomía personal Este estilo puede en la adolescencia presentar desviaciones serias respecto de las normas sociales. Muchas veces tratan de compensar esa falta de apego con lazos de amistad con sus pares, que en ocasiones pueden ser más fuertes que los que mantiene con la propia familia.
Es indudable que todos los padres creen que quieren a sus hijos. Sin embargo para que podamos hablar de amor, de afecto, deben indefectiblemente aparecer características como: valoración, aceptación, comprensión, calor y acogida por el hijo. En función de lo cual a los hijos se les ayuda, estimula, se les acepta aún cuando haya situaciones o conductas que no sintonicen con la modalidad de los padres. Todo esto se puede en mayor o menor medida estar presente en los padres dando los diferentes estilos, el problema se presenta más bien respecto de la intensidad, frecuencia y duración de las prácticas de control.
Está comprobado que el control insuficiente transmite el mensaje de que la conducta solicitada al niño no es importante en sí misma. Por lo cual no solo no obedece sino que no la internaliza, en tanto que el control excesivo e indiscriminado puede producir conformismo aparente, pero rebelión interna, generando malestar hacia sus padres.  Cuando las normas son claras, consistentes y coherentes contribuyen a la formación de una personalidad segura. Las normas han de ir ajustándose a las circunstancias como la edad, madurez intelectual y afectiva, como así también a las cambiantes condiciones familiares. Es decir, las normas y límites forman parte de un proceso dinámico y flexible. Si esto no ocurre estamos inevitablemente destinados al fracaso en la educación de nuestros hijos.
Para no quedar en lo meramente teórico haré una breve síntesis de algunas estrategias generales respecto de la comunicación entre padre-madre/padres-hijos.
Ante todo debemos saber que es imposible “no comunicarse”, siempre comunicamos algo con nuestra conducta (por ejemplo si al llegar a casa no saludamos, nos ponemos a leer el diario estamos “comunicando”, enojo, indiferencia…..) La buena comunicación es la que permite que el otro se entere de lo que queremos decir.
1.    Cuide la comunicación no verbal tanto como la verbal. Mire a los ojos, use contacto físico: caricias, sonría, permanezca cerca de sus hijos cuando les hable.
2.    Aclare lo que le gusta como lo que le disgusta del comportamiento ajeno, pero el mayor énfasis debe ponerse en lo que le gusta.
3.    Pida, no exija. Aún teniendo la razón esta estrategia genera respeto e invita a la cooperación.
4.    Pregunte antes de acusar para evitar poner al otro a la defensiva.
5.    No intente adivinar el pensamiento del otro, siempre pregunte.
6.    Hable de lo que el otro hizo, no de lo que es. Lo que queremos cambiar es la conducta.
7.    Céntrese en el tema que están tratando no se diversifique.
8.    Escuche al otro cuando habla sin interrupciones.
9.    Plantee los problemas en el momento, no deje que se acumulen, generará resentimientos que lo harán explotar  en el momento menos indicado.
10. Siempre intente acordar, brinde soluciones.
11. Asegúrese de que el otro le ha entendido, si así no fuera explíquese con  mayor claridad.
12. Evite sarcasmos e ironías.
13. Exprese su satisfacción cuando el otro hace cosas que le agradan.
14. Interésese por las actividades del otro.
15. Busque el ambiente apropiado para la charla si existe la posibilidad de que la conversación genere más conflictos.
16. Recuerde que hay cosas que nunca deben decirse y jamás les mienta ni de palabra ni con sus actos.
El desafío está planteado, solo debemos sentarnos a reflexionar como padres cuál es nuestro estilo. Una vez identificado cuestionarnos si es el que creíamos tener y si éste nos conforma. De no ser así replantearnos cuáles son las conductas a modificar y ponernos en marcha.
Tenemos que saber que si no educamos a nuestros hijos estamos estafándolos.
                                                                                              Graciela B. Bartomeo
                                                                                                  Psicopedagoga
   Reg. Nº 4474-76